Foto de Cartier Bresson

Foto de Cartier Bresson

lunes, diciembre 21, 2009

Poesía: :MIGUEL HERNANDEZ

MIGUEL HERNANDEZ. ESPAÑA. ORIHUELA. (1910 - 1942).




Es fácil imaginarlo. Basta con cerrar los ojos despacito, y enseguida aparece entre las cabras trotando en la pastura. Su figura delgada, delgadísima, su respiración entrecortada -tristeza de pulmón herido -, pastor de protesta clara. Lo verás bajo un árbol, leyendo versos, escribiendo versos, olvidándose del rebaño y despertando la ira de su padre. Pondrá, al servicio de los pobres y desvalidos, y de su ideal político, y de la justicia social, pondrá -digo- su palabra y su cuerpo. Poesía combativa, resistente, generación escindida entre el más y el menos en una España dominada por el Escuadrón Negro. Cárcel generadora de nanas y poemas de lucha, pero también de amor hacia Josefina, costurera que pronunciaba su nombre en cada puntada. Tu nombre de hombre, tu nombre de poeta, Miguel, Miguel Hernández, escrito para siempre en las calles de Orihuela. Susana Zazzetti.

ELEGIA ( a Ramón Sije´)


Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas.
Compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler, me duele hasta el aliento.


Una manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida
un empujón brutal te ha derribado.


No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos,
y siento más tu muerte que mi vida.


Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo,
voy de mi corazón a mis asuntos.


Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.


Con mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta.


Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte,
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.


Volverás a mi huerto y a mi higuera
por los altos andamios de las flores,
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.


Alegrarás la sombra de mis cejas
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.


A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas.
Compañero del alma, compañero.

A mi gran Josefina adorada
Tus cartas son un vino
que me trastorna y son
el único alimento
para mi corazón.


Desde que estoy ausente
no sé sino soñar,
igual que el mar tu cuerpo
amargo igual que el mar.


Tus cartas apaciento
metido en un rincón
y por redil y hierba
les doy mi corazón.


Aunque bajo la tierra,
mi amante cuerpo esté,
escríbeme, paloma,
que yo te escribiré.


Cuando me falte sangre
con zumo de clavel,
y encima de mis huesos
de amor cuando papel.


Me sobra el corazón

Hoy estoy sin saber
ya no sé cómo,
hoy estoy para penas
solamente,
hoy no tengo amistad.


Hoy solo tengo ansias
de arrancarme de cuajo
el corazón
y ponerlo debajo
de un zapato.


Hoy es día de llantos en mi reino,
hoy descarga en mi pecho
el desaliento
plomo desalentado.


No puedo con mi estrella
y me busca la muerte
por las manos.


Yo nací en una mala luna,
tengo la pena de una sola pena
que abate más que toda la alegría.

Un amor me ha dejado con los brazos caídos.
Y no puedo tenderlos hacia más.


No véis mi boca, que desengañada
qué inconformes mis ojos.
Me sobra el corazón.
Voy a descorazonarme.


Yo, el más corazonado de los hombres
y por el más, también el más amargo.
No sé por qué, no sé por qué
ni cómo
me perdono la vida cada día.


XXXV


Hay un constante estío de ceniza
para curtir la luna de la era,
más que aquella caliente que aquél iza,
y más, si menos, oro, duradera.
Una imposible y otra alcanzadiza.
¿ hacia cuál de las dos haré carrera?
Oh, tú, perito en lunas: que yo sepa
qué luna es de mejor sabor y cepa.

Se empalman...
Se empalman la mañana y los palomos
en aludes de luz y de blancura,
sobre copas de bronces policromos
más duraderos que el de cepa pura.
Palmas, palmas. Y baten en dos tomos,
palmas de datilada contextura,
vuelos temiendo con transposiciones
en la luz recta, sin inclinaciones.

Canción del esposo soldado.

He sembrado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera;
he llegado hasta el fondo.


Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.


Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
aislado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismo muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.


Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.


Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera;
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.
Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.


Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.
Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

º0º0º0º0º0º0º

viernes, diciembre 04, 2009

POEMAS DE SUSANA GIRAUDO



Poemas / Susana Giraudo


******
Un barrio desdichado
un callejón que huele a grito
de niño insatisfecho
y un idiota sin esperanza
vendiendo lotería.
Nadie logró que entendiera,
que no vale la pena
malgastar su saliva.

******
Inmóvil sobre las rocas
un albatro solitario.
En el puerto fragoso
un marinero
achica el foquecon sus manos sogueras,
cuando el sudor lo detiene
se mira con el ave
a los ojos.

******
Digo padre
y me parece verlos ladrillos,
la plomada,
el hambre del cimiento
abierto en el baldío
y las gallinas
picoteando tus culpas... padre.

No sé si vi una casa
o sólo vi la idea.
Pero ya parecía
necesario el frío y
menos culpás tus culpas, padre.

******
Tenía todo el temor adolescente y
en las noches,
tapaba mi cabeza con la colcha.
Fingía dormir.
En esa media hora eterna,
inmóvil, silenciosa,
apretaba en mi mano
la linternita aquélla.
Cuando escuchaba el rumor
del sueño de mi padre
la encendía
debajo del frío de las sábanas.
Leía El Decamerón.
Bocaccio terminaba las pilas
o el sueño me ganaba.

Me lo prestó una amiga.
los libros eran de otros
que los leían
de día.

******
Convivo con el miedo.
Obligo a mis manos
a salir por las calles
mientras quedo a la espera.
Y es en esa vigilia
que soy presa del miedo.
Miedo al sonido de pasos
sobre baldosas desiertas.
Y un miedo apenas envidioso
cuando escucho a la calle
suspirar a la sombra
de la pasión de un árbol.
Miedo del silencio herido impunemente
por la gota
de un grifo monocorde.
Y este miedo de mí,
que camino afuera
adherida a los muros
patrullando el contorno
espectral
de la casa.

******
No necesito el jardín,
para nada.
Él no viene a mi encuentro
en la noche más áspera.
No necesito del naranjo
para nada.
Siempre su engaño cruel
con esa fruta amarga
ardiéndome los labios.
Amarga como esta casa
que ha perdido los ecos.
Si por lo menos fuera
el silencio
de algún zapato
con el cordón desatado
o un pantalón en desorden
tirado sobre la cama.
Si por lo menos eso,
pero ya nada.
Nada.

***************
Soy una mujer de luto,
de dolor a toda hora.
Antes de esto
no sabía dela articulación del hombro;
de las piernas cansadas
ni de la inmensa apatía.
Antes yo
cantaba.

viernes, noviembre 27, 2009

María Pugliese: de EJECUCIONES (Inédito)



María Pugliese.

De: EJECUCIONES. Inédito. 2004-2009

María Pugliese: Nació en Buenos Aires, en 1957. Editó los libros de poemas: “De uno y otro lado” (Ed. Filofalsía, Buenos Aires, 1989, con dibujos de interior de Roberto Aguirre Molina); “Esquirlas” (Ed. La rama dorada, Buenos Aires, 1990, Tapa y dibujos de interior de Graciela Cassell, Texto de contratapa a cargo del escritor Rodolfo Alonso) y “Voces como furias” (Ed. Ultimo Reino, Buenos Aires, 1996, Fotos de tapa y solapa de Aldo Tavella). “Vigías en la noche” (Ed. Ultimo Reino, Buenos Aires, 2007). A la fecha, posee varios libros de poemas inéditos. Cabe destacar que parte de su obra fue recogida por distintas antologías editadas tanto en el país como en el extranjero. Diversos ensayos de su autoría fueron editados en distintos medios gráficos. Su producción poética ha sido acreedora de numerosos premios literarios. María Pugliese ya ha sido publicada en Artesanías literarias. Reside en la localidad de Muñiz

I.-

entre una línea de sol al mediodía
y las penumbras
permanece el cerco inalterable
del desencanto
tan profundo y elevado
alto
que no quiero decir
cuánto me callo

II.-

cielo horizonte cielo
descubiertos
azules grises rojos tornasoles
imantan una figura triste
hacia el afuera
la observan
en custodia
por el tedioso marco de metal
por la ventana

III.-

el olfato ondula
entre los vestidos que conservan la fragua
de los aromas íntimos
y me traiciona

el sabor del café
oscila por el borde de la taza
y refiere a los sellos de la boca
sobre el esternón
y me traiciona

el discurso de un andar constante
bajo sauces sombreados
evoca pasillos maullidos vidrios rotos
escritos llantos desesperos
vanidades
y me traiciona

el erizo cautivo
se resiente
se niega al alimento
se encrespa y se contrae
cuando el único peligro es la huída
cuando la única certeza es la ansiedad
y me traiciona

la estela
enaltece con ráfagas
aristas que devuelve el sueño:
mejillas en roce
cinturas trenzadas
piernas en arco
ensalmos placidez
y me traiciona

son una niebla espesa
que transmuta en desprecio
cualquier rastro de amor


IV.-


señales imperfectas atraviesan
un crisol de sonidos recurrentes
se combinan y alternan recepción-emisión
con dádivas del pretérito en presentes
con cláusulas de impertinencia

un idioma sin resonancias

vigas pacientes sobre arena
interrogan
persuaden
resignifican
lo que avanza y arrasa
sin piedad

V.-


una morada en ruinas
flores de paraíso en cementerio

lloviznan uno a uno
sonidos recurrentes

ni se oye llorar


VI.-

desde aguas turbias
vengo a brazo partido
desde la hondura de lo inevitable

retuve entre los labios
pétalos de amapolas
que ahora se desprenden
en breteles de aromas
sobre las simas del perineo

alterné los expiros
con desechos y lodo
le di impulso a los pasos
con insignes evocaciones
de la palabra suelo
asilo recinto

demoré los latidos
profané del aire
del sopor

sobre aguas turbias
los camalotes mecen
una presencia inalterable:
de pie
de espaldas
sin mirar
sin oír
sin pronunciar
no quiero


VII.-

no me niegues
no te escondas
de mí

que aniden
en su bretel de aromas
que resistan
ante los gestos sumisos de las brisas
que bajen
por la ribera de los juncos

no me niegues
no te escondas
de mí

que ondulen
sobre aguas turbias
que perturben
con sus tramas
a los engaños
y a las mentiras
y a todo lo fingido sepultado

los ojos
sus ojos
digan me digan
los ojos
mis ojos
digan le digan
pero


no me niegues
no te escondas
de mí


VIII.-




nunca
nadie
nada
detrás



IX.-

en punto muerto
los pájaros advierten el fin de la tormenta

los soplos arrasaron con granizos
la debilidad de las hojas de las ramas quebradas

humedad sobre una sed estéril

se anuncian
adioses
en el cuenco de los desperdicios
donde convergen senderos anudados

sin respiros

sin salidas



X.-


¿y entonces?
¿en nombre de qué o quién?
¿de lo extremo e inaudito?
¿de lo inquebrantable?
¿de lo obsceno?

¿dónde?

a un paso
del vacío y los barrancos
del estallido
que no es fin
sino principios
en medio de bosques
entre lianas y líquenes
desde el asilo a las cavernas
con el reverbero del agua
o su espejismo

¿con cuánto?
sin más
que una hora señalada
despojos
aguijones en sangre
sin más
que un manto de niebla espesa

¿por cuánto?
a precio
de un beso
y dos abrazos
a la hora señalada
un son de violetas enlazadas
cae

es lo único que cae
haz de luces
cae

de cara al sol
de cara al sol

-- -- -- -- --

jueves, noviembre 19, 2009

Del Poemario de FABIANA LEÓN



de «Para Nombrar Eso»

Material seleccionado por Susana Zazzetti del libro de Fabiana León editado recientemente y presentado en Villa María, "Para nombrar eso", correspondiente a la primera parte completa del mismo, llamada "Poder".


I

Vení
sentate
comamos juntos
quiero ver
cómo es tu boca
ahora
tras la excitación
del poder
traé la esclavitud
de tu vieja pobreza
y los pantalones bajos
como tu intestino deseo
de tener
un nombre
una casa
mujeres
privilegios
pudiste ser libre
elegiste el salto sin red
la que tendían tus amigos
cuando estabas solo
sabés que la traición
es un camino
de ida.

II

Rogá que la memoria quepa
en un grano de sal
así no arderá la herida
de tu lengua enferma.

III

¿Quién te puso precio
si no tu propio espejismo?

IV

Traías el puñal en la manga
como un ilusionista
desaparecí
cuando la sangre
manchó mi frente.

V

Escuché que hablaba
de revolución
como si fuera capaz
después lo vi desnudo
ante el ardor
delatando el sueño de los otros.

VI

Con los brazos en cruz
orinaste la conciencia
abriste un río de lodo
que no para de correr.

VII/
Nadie cuestiona
que lleves pan a tu mesa.
¿pero la hiel de la palabras?
¿el convencimiento?

VIII

En las altas esferas
todo se ve
chiquito
hasta la dignidad
de un hombre.

IX

Cuántas veces
de rodillas
pediste clemencia
o pagaste
sexo
también hincado
ante la luz
¿valió la pena?

X

¿Sirvió que tatuaras
un dragón
a tu espalda
de cipayo?

XI

Acontecido
yermo
malviviente
serás apenas
una piedra en el zapato
arrojada a la orilla
del camino.

XII

Toda la vida
buscaste
un sillón
que contuviera
el tamaño
de tu indecencia.

XIII

Creías que era
gratis
los premios
los halagos
los aplausos
seguí participando
en el carrusel
de los vampiros.

XIV

Y ahí va
con su poemita
al hombro
araña sin destino
tejida por la sombra
poemas mentirosos
pobres versitos
de mortal
impostora.

XV

Cuánto hacía
que no te arrodillabas
en las tablas gastadas
de la iglesia
golpeabas tu pecho
por mi culpa
por tu sangre
por la cruz.
Después robaste
el vino
y las conciencias.

XVI

Lo viste correr
despedazado
y sin embargo
no atinaste
a cruzar la calle
y juntar sus retazos.

XVII

Es fácil ser dios
pensaste
sólo hay que exigir
y saberlo
todo.
Conozco gente
así
rodeada de adulones
pálidos fieles
ungidos por el diezmo
del silencio
y la sed.

lunes, octubre 12, 2009


TUPAC AMARU

atáronle a las manos y pies cuatro lazos, y asidos éstos a la cincha de cuatro caballos, tiraban cuatro mestizos a cuatro distintas partes...
UN TESTIGO DE LA. MUERTE DE TUPAC AMARU


I

Quise ver tus pisadas sobre la tierra ajena, el árbol que miraste, la brisa que fue tuya. Quise saber quién eras, tener entre mis dedos un pensamiento tuyo, tu voz entre mis manos recién llegada al aire, tu voz, tu voz callada, tu voz, Condorcanqui Tupac Amaru. Y aunque no pude entrar en tu recinto para mirarte el rostro y escuchar tu cólera, el trueno adormecido sobre un poco de polvo, aprendí sin embargo que tu casa es la mía, he podido encontrarte en todas partes. Mi mejilla rozaron: no era el viento, era acaso tu galope de niebla. Yo sé que alguien su mano apoyó sobre mi hombro, era acaso tu mano. Por ti la vida canta un aleluya verde. Más allá de mis ojos, allá donde la nube se recuesta en la hierba, esa línea delgada no es el horizonte: es acaso la cuerda de un cantar infinito.
Una tarde sin rostro, una hora sin perfil ni transcurso, en la casa del hombre sin paisajes ni puertas, la tarde se detuvo para siempre junto a los duros cascos, cuando la muerte relinchaba con sus cuatro caballos. Como un grito rodando por las calles, como una sombra loca que danzara en el tiempo, aún se oye tu silencio de Rebelde inmortal.
Señor de los que el látigo sujetó a la fragua de sus días oscuros, mientras la luz temblaba en los ramajes y crecían los ríos de espumosa irancundia, con un Cristo en la mano lleno de sangre y lodo, y una náusea de Dios en las entrañas, repartieron tu cuerpo las cuatro fronteras del olvido.
Condorcanqui Norte, Condorcanqui Sur, Condorcanqui Este, Condorcanqui Oeste, Condorcanqui en el cielo y en la tierra, en el ave de alas melodiosas y el mitayo* sin lluvias ni regreso, el hombre quebrantado sobre el más duro suelo. Tu nombre Condorcanqui en todas partes: en el muro caído, en los recintos huérfanos de pasos, en la estrella lejana y el vegetal profundo, en el aire de todos y de nadie.
Vocablos llenos de una aurora nocturna, toda la vida muerta resplandece en mis labios: Tungasuca, Surimana, Pampamarca! * Un trozo de agua helada del viejo Combapata, una espuma estrellada del río Vilcomayo te mojaron el pecho. Y un día como éste, mientras el picaflor por las alturas iba en busca del alba, y el esclavo de cintura quebrada miraba hacia la tierra, te erguiste encendido como el arcoiris, y entonces una flecha que atravesó la noche de tus latitudes, una honda de dulzura terrible fue tu voz.


II

Tupac Amaru, buscando tus caminos encontraré en la noche los umbrales del mundo, los portales del templo. Tupac de polvo, Tupac de llanto, guitarrero de piedra, qué música perpetua, qué terremoto de astros me estremece!
Buscándote en la noche me han de golpear la sangre los altares volteados por los bueyes del tiempo:
Era entonces el hombre hijo del árbol, de la piedra, del trueno; a tientas se buscaba los párpados cayéndose del hueso que sustentaba el alma.
Greda, luz, agua leve de arroyo, polvo de los rincones venerados, aquí el guijarro-sueño, y la montaña-padre, y allí la nieve-dios como una mano blanca levantada hacia el cielo. En la noche del mundo, el corazón perdido se aumentó de escamas, y luego llegó el Sol con su familia de oro para poblar la tierra. Nacieron los oficios, los números bailaron su danza misteriosa, la memoria del aire se acumuló en los nudos.*
Heraldo de un orgullo triste, alzó el maíz sus pétalos de iridio, el numen de la tierra amontonó su luz en los graneros, pero entonces una ráfaga azul, un viento sideral cegó sus ojos.

III

¿Estoy yo, por ventura, sobre un lecho de rosas? CUAUHTÉMOC
Hora de las convocaciones, hora del Sol perdido en un juego de naipes, hora del día acuchillado en medio de la noche, de la terraza taciturna, de la música exhausta, hora resplandeciente, hora oscura, hora lejos del tiempo, hora que estalla y vuelve, hora del canto adonde acuden todos los rituales terrestres: de Norte a Sur la tierra se estremece en mis labios, se incorpora en mi voz.
Hora de travesías, forastero en mi alma como un ciego me palpo, me ausculto el corazón, y en las napas del tiempo me detengo: aquí estoy, aquí es, aquí he llegado: relámpagos furtivos de América dormida me golpean las sienes, pero nada ni nadie, pero sólo el silencio. Golpeando los portales se me inundan de arena las rodillas, porque todo es lamento de guerreros caídos con su grito enterrado para siempre en la niebla. Aquí estoy, aquí es, aquí he llegado: la Bocina Sagrada del Anáhuac no llama; paleteaba el remero del olvido, y al flechador sin dioses lo cubrió la intemperie. Breve luz de una aurora que rodó por las gradas la cabeza encendida, la sombra silenciosa de Cuauhtémoc transita por las escalinatas desveladas, y el totonaca pétreo bajo la tierra sueña con su plumaje ardiente. Más al sur, en la orilla de la espuma caribe, yacimientos de lágrimas acumuló el decurso: torva profundidad de vida y muerte bajo las catedrales que cimentaba el aire. Yucatán, en tu cuna inmolada, el pecho destrozado por los perros de Dios, solloza el viejo mago de las constelaciones: adivino enredado entre sus propias voces, enfermo de presagios se le cayó la frente.
Tupac Amaru, padre, desde el dolor, el lodo de la tierra humillada, del corazón sepulto hasta la flor aérea mana la voz, el grito, y Atahualpa en la sombra te señala, y Lautaro en el Maule derramado en las olas dice “Tupac, Tupac Amaru”, y Galvarino alumbra tu camino en la noche con su muñón ardiendo como una antorcha en sangre. Arcoiris Tupac, Tupac otoño, en dónde estoy ahora, de tu muerte se me llenó la vida.


IV

...vuestro dios, según dices, fue condenado a muerte por los mismos hombres a quienes había creado; pero e! mío vive aún en los cielos, y desde allí vela sobre sus hijos.
PALABRAS DE ATAHUALPA AL PADRE VALVERDE


Señor Tupac Amaru, porque cavé tus ojos hasta el fondo del Tiempo, hasta tocar las hebras del telar invisible, la eternidad se me enredó en los dedos. El ser que levantaba su torso para el polvo sostenía en los brazos todo el pesado olvido, la criatura perpetuaque la voz ya no pudo sustentar. Pero no solamente la fatiga, como un águila ciega sobre el sueño del hombre, le aguardaba en la sombra del crepúsculo herido; y si el llanto fue aldaba indestructible, cairel de los dolores para siempre labrado, era entonces el aire sólo un templo de luz, y en sus columnas verdes el arpegio del mundo desataba sus trinos.
Después vino la noche, -noche blanca de estandartes remotos, y la vasija se quebró en las manos del aymará dormido.De pie sobre un relincho atravesó tu reino el mercader.
¿Qué era acaso el relincho?No era el grito del agua con sus lúgubres belfos, la luna encabritada sobre las sementeras; no era un dios de la lluviacon su efímera lumbre entre los dientes rojos:era el Marqués de Torquemada con su traje de fiesta, montado en una calavera.

V
Los hombres somos nosotros; los demás no son más que cerdos y perros.
UN MONJE DEL SIGLO X

Así el hambre fue pan de cada día. La luz sobre los hombros fue un harapo celeste. Los maizales cayeron, y en los andenes* de los sembradíos creció una espiga insomne, el cadalso con su áspero fruto columpiándose al viento.
Un nocturno sin astros, una palabra sin vocablo me habita:Pachamama*, madre mía, este árbol no es tuyo. Este es el fruto roto, lo que nos queda del desamparado. Junto al primer vagido vedlo todo:el ídolo condena a los que nacen. Está la madre abierta:ved al encomendero* que junto al vientre aguarda.
Es ésta la semilla, esto lo que nos queda.Lo que sólo retuve del perdido habitante. Ved la casa desierta:aquí no se halla nadie sino un madero en cruz, un dios de rostro dulce presidiendo la muerte.
Este verbo crispado, este ramo doliente que me habita la sangre, esto sólo rctuve del amauta* sin rostro, del cacique sin pecho, sin sexo, sin pestañas, esta palabra mía que estoy pariendo a gritos. Quiero decir de nuevo: ved la casa desierta, buscad entre las piedras al cantador vencido. Ved el quipucamayo* descifrando los nudos:* le pesaba en la espalda toda la gran tiniebla del destino.
Cruza la noche un látigo y suspendido queda como un astro sangriento.Es un duro corneta sobre su cama negra, es un sueño de avispas sobre el ojo dormido. Y quiero velarle el sueño, quiero cuidarle el llantopero es mucho para mi pobreza.
Señor Tupac Amaru, dame un poco de lumbre para ver me los ojos, para mirarme todos los dolores que tengo.

VI

Las piedras de Potosí y sus minerales están bañados con sangre de indios, y si se exprimiera el dinero que de ellos se saca, había de brotar más sangre que plata.CONDE DE ALBA

Murallón del olvido, atrio de pesadumbre, este pórtico es bruma de los sueños.Aquí todos cayeron por un poco de luz, por una cucharada de amor todos rodaron, con un ramo de angustias apretando la vida contra el pecho. Aquí toda quejumbre fue el más dulce anatema.
Maridaje de muertes, sembraba la crueldad su trigo oscuro, su alimento de espinas, y así el ser despojado se aferraba a su cuerpo, se abrazaba a su tos, a su martirio, y arrastraba su aliento por los socavones, arañando metales bajo un cielo de piedra, su hospedaje letal, su casa-tumba.
Este pórtico es bruma de los sueños:mirad, mirad al hombre:obrajero* tejiendo con los hilos del llanto, textilero nocturno, la urdimbre de la dicha se deshace en sus manos.
Pero un remoto albor le sobrevive, y aleluyas oscuros, grises cantos me suben a los párpados.

VII

Arriero de la luz,tus bueyes fueron siervos de la madrugada.
Tupac Amaru, alarife de sol, intercesor sin lauro:aún engendran flores tus heridas de dios sacrificado, aún América oye tu silencio, allí dondeconstruye su morada con llanto, congoja y escalón, zócalo y sueño, argamasa y suspiros, muertey vida, sobre el hombro su arroba de pesares.
Amor entre el hombre y su destino, Arcoiris Tupac, Tupac otoño de los cuatro confines, gladiador que renaces de tu niebla de escombros:el que llega a esta costa, a este lodo, esta pena, este martirio, toca el aire y de pronto se arrodilla y murmura:“Tupac, Tupac Amaru”. Y en su garganta busca ya un alfabeto-trueno, un murmullo de amor que fuera un viento.

VIII

Desde adentro del pecho descendí los estrados. Desde el hueso se me salió la voz.
Y por mirar tu rostro dejé el arca de olvido, el jardín de la noche pisoteado de bruces, sólo estribos del aire que eran nubes remotas, meridianos del alma, y alcé un poco de tierra, escarbé las raíces, extraje desde el fondo tu sonrisa de polvo.
Padre Tupac Amaru, pobre tierra animada por la brisa del sueño, cuánta luz es tu sombra:de tu muerte se me llenó la vida. ●

© Máximo Simpson




jueves, octubre 08, 2009

LOS PERROS DEL LOCO TORRIGLIA de MARCELO DUGHETTI


Presentado por Susana Zazzetti / Autorizado por el Autor

Poemario de Marcelo Dughetti


"LOS PERROS DEL LOCO TORRIGLIA" ( Octubre 2009)


* * * * *
1


Sabe que morirá

como todos los que viven en los andenes

ya no soporta el paso del tren por la mañana.

Se acerca al borracho del túnel

y le lame la cara congelada, dormida para siempre,

le agrada el sabor del vino en la boca cuarteada

lo distrae del frío que se amontona en las estatuas.


2


El loco Torriglia

en tablas celestes como los viejos etruscos,

escribe un poema de perros y hambres.

Ve pasar al animal y piensa que las costillas

están prendidas para siempre en su memoria,

lo dibuja con la cuchara de aluminio,

sobre la tierra en cenizas,

después remueve la olla para el puchero.


3


El rubio

lame la cuchara del poeta,

deja en el caldo una baba verde
y olfatea el humo como a una metáfora.

El sabor del aluminio le recuerda el dolor,

la sangre entre los colmillos partidos

las risas de aquellos muchachos.

4


"yo a esa mujer la mataba"

Le dice el perro en el segundo cigarrillo.

El hombre se vuelve de lado y duerme

el perro vuelve de orinar,

el morro cargado de odio.

"Yo a esa mujer la mataba" repite,

después silba bajito
y cierra los ojos.


5


El poeta es un saco de mierda.

tirado al costado de las vías
protegido por perros sarnosos
envuelto
en diarios

que no dicen nada.


6


El soldadito
espera en el andén,
está comiendo buñuelos de limón.
Los lobos se acercan inquietos
huelen la muerte
y ladran.
El soldadito levanta los brazos.
Torriglia les silba,
los perros se callan.

7


Como en la misa

cuando el vino se hace sangre,

las tablitas del etrusco

arden de pasiones y destierros.

Los perros que en la noche saltan del color amarillo

respetan el fuego que los trajo a la vida

se adormecen a los pies del iluminado

se rascan el hambre,

La sarna

y olvidan.


8


La perra está en celo,

otros lobitos que al mundo muerden

acompañarán al peregrino.

El loco recuerda altos galpones,

vestidos floreados

la música de la llanura gringa

el tabaco mariposa ahogando la noche
el viejo hotel "Las Margaritas"

el cuchillo calentando la faja

el sexo jugo

sola carmencita.


10


Los lobitos

están inquietos,

aullidos entrecortados, ladridos tenues,

han encontrado un puñal en la profundidad del polvo.

La muerte alterada apresura la noche para perderlos,

el puñal tiembla como un pez rabioso,

el poeta lo esconde en su garganta

aunque es inevitable percibir los destellos.

12


En boletería se oye una guitarra,

el jefe de la estación está chupando sin invitar,

los hijos del cartonero juegan con perros de vidrio,

se hacen tajos en las muñecas. Torriglia

entona melodías de juguete.


13


El sabio

es de morro corto,

los ojos chinos

fabricados a cuchillo en la madera.

Esquivo, silencioso, casi un fantasma,

los otros perros lo dejan dormir hasta tarde.

Aparece cuando el sol está alto

con todo el invierno entre las patas

y ese gemido pegado a los dientes,

casi un llanto.


14


Silba el roñita, perro guaso,

mancha en el pasto de primavera,

amenaza pájaros intoxicados con gas

y trepa árboles cenizos donde hace su nido la muerte.

Yo leo diarios atrasados que junto de la basura

con el suplemento de finanzas y comercio.

"Vea roña el hambre no es buen consejero" le explico.

"Vea viejo, el hombre tampoco".


de: Los perros del loco Torriglia" ( octubre 2009)

sábado, agosto 29, 2009

ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ (1937)




César Vallejo
(Perú, 1892-Paris, 1938)


España, Aparta de mí este cáliz
(1937)

I
HIMNO A LOS VOLUNTARIOS DE LA REPÚBLICA


VOLUNTARIO DE ESPAÑA, miliciano
de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón,
cuando marcha a matar con su agonía
mundial, no sé verdaderamente
qué hacer, dónde ponerme; corro, escribo, aplaudo,
lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo
a mi pecho que acabe, al que bien, que venga,
y quiero desgraciarme;
descúbrome la frente impersonal hasta tocar
el vaso de la sangre, me detengo,
detienen mi tamaño esas famosas caídas de arquitecto
con las que se honra el animal que me honra;
refluyen mis instintos a sus sogas,
humea ante mi tumba la alegría
y, otra vez, sin saber qué hacer, sin nada, déjame,
desde mi piedra en blanco, déjame,
solo,
cuadrumano, más acá, mucho más lejos,
al no caber entre mis manos tu largo rato extático,
quiebro con tu rapidez de doble filo
mi pequeñez en traje de grandeza!

Un día diurno, claro, atento, fértil
¡oh bienio, el de los lóbregos semestres suplicantes,
por el que iba la pólvora mordiéndose los codos!
¡oh dura pena y más duros pedernales!
!oh frenos los tascados por el pueblo!
Un día prendió el pueblo su fósforo cautivo, oró de cólera
y soberanamente pleno, circular,
cerró su natalicio con manos electivas;
arrastraban candado ya los déspotas
y en el candado, sus bacterias muertas...

¿Batallas? ¡No! Pasiones. Y pasiones precedidas
de dolores con rejas de esperanzas,
de dolores de pueblos con esperanzas de hombres!
¡Muerte y pasión de paz, las populares!

¡Muerte y pasión guerreras entre olivos, entendámonos!
Tal en tu aliento cambian de agujas atmosféricas los vientos
y de llave las tumbas en tu pecho,
tu frontal elevándose a primera potencia de martirio.

El mundo exclama: “¡Cosas de españoles!” Y es verdad.
Consideremos,
durante una balanza, a quemarropa,
a Calderón, dormido sobre la cola de un anfibio muerto
o a Cervantes, diciendo: “Mi reino es de este mundo, pero
también del otro”: ¡punta y filo en dos papeles!
Contemplemos a Goya, de hinojos y rezando ante un espejo,
a Coll, el paladín en cuyo asalto cartesiano
tuvo un sudor de nube el paso llano
o a Quevedo, ese abuelo instantáneo de los dinamiteros
o a Cajal, devorado por su pequeño infinito, o todavía
a Teresa, mujer que muere porque no muere
o a Lina Odena, en pugna en más de un punto con Teresa...
(Todo acto o voz genial viene del pueblo
y va hacia él, de frente o transmitidos
por incesantes briznas, por el humo rosado
de amargas contraseñas sin fortuna)
Así tu criatura, miliciano, así tu exangüe criatura,
agitada por una piedra inmóvil,
se sacrifica, apártase,
decae para arriba y por su llama incombustible sube,
sube hasta los débiles,
distribuyendo españas a los toros,
toros a las palomas...

Proletario que mueres de universo, ¡en qué frenética armonía
acabará tu grandeza, tu miseria, tu vorágine impelente,
tu violencia metódica, tu caos teórico y práctico, tu gana
dantesca, españolísima, de amar, aunque sea a traición,
a tu enemigo!

¡Liberador ceñido de grilletes,
sin cuyo esfuerzo hasta hoy continuaría sin asas la extensión,
vagarían acéfalos los clavos,
antiguo, lento, colorado, el día,
nuestros amados cascos, insepultos!
¡Campesino caído con tu verde follaje por el hombre,
con la inflexión social de tu meñique,
con tu buey que se queda, con tu física,
también con tu palabra atada a un palo
y tu cielo arrendado
y con la arcilla inserta en tu cansancio
y la que estaba en tu uña, caminando!
¡Constructores
agrícolas, civiles y guerreros,
de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito
que vosotros haríais la luz, entornando
con la muerte vuestros ojos;
que, a la caída cruel de vuestras bocas,
vendrá en siete bandejas la abundancia, todo
en el mundo será de oro súbito
y el oro,
fabulosos mendigos de vuestra propia secreción de sangre,
y el oro mismo será entonces de oro!

¡Se amarán todos los hombres
y comerán tomados de las puntas de vuestros pañuelos tristes
y beberán en nombre
de vuestras gargantas infaustas!
Descansarán andando al pie de esta carrera,
sollozarán pensando en vuestras órbitas, venturosos
serán y al son
de vuestro atroz retorno, florecido, innato,
ajustarán mañana sus quehaceres, sus figuras soñadas y cantadas!

¡Unos mismos zapatos irán bien al que asciende
sin vías a su cuerpo
y al que baja hasta la forma de su alma!
¡Entrelazándose hablarán los mudos, los tullidos andarán!
¡Verán, ya de regreso, los ciegos
y palpitando escucharán los sordos!
¡Sabrán los ignorantes, ignorarán los sabios!
¡Serán dados los besos que no pudisteis dar!
¡Sólo la muerte morirá! ¡La hormiga
traerá pedacitos de pan al elefante encadenado
a su brutal delicadeza; volverán
los niños abortados a nacer perfectos, espaciales
y trabajarán todos los hombres,
engendrarán todos los hombres,
comprenderán todos los hombres!

¡Obrero, salvador, redentor nuestro,
perdónanos, hermano, nuestras deudas!
Como dice un tambor al redoblar, en sus adagios:
qué jamás tan efímero, tu espalda!
qué siempre tan cambiante, tu perfil!

¡Voluntario italiano, entre cuyos animales de batalla
un león abisinio va cojeando!
¡Voluntario soviético, marchando a la cabeza de tu pecho universal!
¡Voluntarios del sur, del norte, del oriente
y tú, el occidental, cerrando el canto fúnebre del alba!
¡Soldado conocido, cuyo nombre
desfila en el sonido de un abrazo!
¡Combatiente que la tierra criara, armándote
de polvo,
calzándote de imanes positivos,
vigentes tus creencias personales,
distinto de carácter, íntima tu férula,
el cutis inmediato,
andándote tu idioma por los hombros
y el alma coronada de guijarros!
¡Voluntario fajado de tu zona fría,
templada o tórrida,
héroes a la redonda,
víctima en columna de vencedores:
en España, en Madrid, están llamando
a matar, voluntarios de la vida!

¡Porque en España matan, otros matan
al niño, a su juguete que se para,
a la madre Rosenda esplendorosa,
al viejo Adán que hablaba en alta voz con su caballo
y al perro que dormía en la escalera.
Matan al libro, tiran a sus verbos auxiliares,
a su indefensa página primera!
Matan el caso exacto de la estatua,
al sabio, a su bastón, a su colega,
al barbero de al lado -me cortó posiblemente,
pero buen hombre y, luego, infortunado;
al mendigo que ayer cantaba enfrente,
a la enfermera que hoy pasó llorando,
al sacerdote a cuestas con la altura tenaz de sus rodillas...

¡Voluntarios,
por la vida, por los buenos, matad
a la muerte, matad a los malos!
¡Hacedlo por la libertad de todos,
del explotado, del explotador,
por la paz indolora —a sospecho
cuando duermo al pie de mi frente
y más cuando circulo dando voces—
y hacedlo, voy diciendo,
por el analfabeto a quien escribo,
por el genio descalzo y su cordero,
por los camaradas caídos,
sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino!

Para que vosotros,
voluntarios de España y del mundo, vinierais,
soñé que era yo bueno, y era para ver
vuestra sangre, voluntarios...
De esto hace mucho pecho, muchas ansias,
muchos camellos en edad de orar.
Marcha hoy de vuestra parte el bien ardiendo,
os siguen con cariño los reptiles de pestaña inmanente
y, a dos pasos, a uno,
la dirección del agua que corre a ver su límite antes que arda.

II
BATALLAS


HOMBRE DE EXTREMADURA,
oigo bajo tu pie el humo del lobo,
el humo de la especie,
el humo del niño,
el humo solitario de dos trigos,
el humo de Ginebra, el humo de Roma, el humo de Berlín
y el de París y el humo de tu apéndice penoso
y el humo que, al fin, sale del futuro.
¡Oh vida! ¡Oh tierra! ¡Oh España!
¡Onzas de sangre,
metros de sangre, líquidos de sangre,
sangre a caballo, a pie, mural, sin diámetro,
sangre de cuatro en cuatro, sangre de agua
y sangre muerta de la sangre viva!

Extremeño, ioh no ser aún ese hombre
por el que te mató la vida y te parió la muerte
y quedarse tan sólo a verte así, desde este lobo,
cómo sigues arando en nuestros pechos!
iExtremeño, conoces
el secreto en dos voces, popular y táctil,
del cereal: jque nada vale tanto
una gran raíz en trance de otra!
Extremeño acodado, representando el alma en su retiro
acodado a mirar
el caber de una vida en una muerte!

iExtremeño, y no haber tierra que hubiere
el peso de tu arado, ni más mundo
que el color de tu yugo entre dos épocas; no haber
el orden de tus póstumos ganados!
iExtremeño, dejásteme
verte desde este lobo, padecer,
pelear por todos y pelear
para que el inviduo sea un hombre,
para que los señores sean hombres,
para que todo el mundo sea un hombre, y para
que hasta los animales sean hombres,
el caballo, un hombre,
el reptil, un hombre,
el buitre, un hombre honesto,
la mosca, un hombre, y el olivo, un hombre
y hasta el ribazo, un hombre
y el mismo cielo, todo un hombrecito!

Luego, retrocediendo desde Talavera,
en grupos de uno a uno, armados de hambre, en masas de a uno,
armados de pecho hasta la frente,
sin aviones, sin guerra, sin rencor,
el perder a la espalda,
y el ganar
más abajo del plomo, heridos mortalmente de honor,
locos de polvo, el brazo a pie,
amando por las malas,
ganando en español toda la tierra,
retroceder aún, y no saber
dónde poner su España,
dónde ocultar su beso de orbe,
dónde plantar su olivo de bolsillo!

Mas desde aquí, más tarde,
desde el punto de vista de esta tierra,
desde el duelo al que fluye el bien satánico,
se ve la gran batalla de Guernica.
Lid a priori, fuera de la cuenta,
lid en paz, lid de las almas débiles
contra los cuerpos débiles, lid en que el niño pega,
sin que le diga nadie que pegara,
bajo su atroz diptongo
y bajo su habilísimo pañal,
y en que la madre pega con su grito, con el dorso de una lágrima
y en el que el enfermo pega con su mal, con su pastilla y su hijo
y en que el anciano pega
con sus canas, sus siglos y su palo
y en que pega el presbítero con dios!
Tácitos defensores de Guemica!
ioh débiles!
ioh suaves ofendidos
que os eleváis, crecéis,
y llenáis de poderosos débiles el mundo!

En Madrid, en Bilbao, en Santander,
los cementerios fueron bombardeados,
y los muertos inmortales,
de vigilantes huesos y hombro eterno, de las tumbas,
los muertos inmortales, de sentir, de ver, de oír
tan bajo el mal, tan muertos a los viles agresores,
reanudaron entonces sus penas inconclusas,
acabaron de llorar, acabaron
de sufrir, acabaron de vivir,
acabaron, en fin, de ser mortales!

¡Y la pólvora fue, de pronto, nada,
cruzándose los signos y los sellos,
ya la explosión salióle al paso un paso,
y al vuelo a cuatro patas, otro paso
y al cielo apocalíptico, otro paso
y a los siete metales, la unidad,
sencilla. justa, colectiva, eterna.

Málaga sin padre ni madre
ni piedrecilla, ni horno, ni perro blanco!
Málaga sin defensa, donde nació mi muerte dando pasos
y murió de pasión mi nacimiento!
Málaga caminando tras de tus pies, en éxodo,
bajo el mal, bajo la cobardía, bajo la historia cóncava, indecible,
con la yema en tu mano: tierra orgánica!
y la clara en la punta del cabello: todo el caos!
iMálaga huyendo
de padre a padre, familiar, de tu hijo a tu hijo,
a lo largo del mar que huye del mar,
a través del metal que huye del plomo,
a ras del suelo que huye de la tierra
y a las órdenes iay!
de la profundidad que te quería!
iMálaga a golpes, a fatídico coágulo, a bandidos, a infiernazos
a cielazos,
andando sobre duro vino, en multitud,
sobre la espuma lila, de uno en uno,
sobre huracán estático y más lila,
y al compás de las cuatro órbitas que aman
y de las dos costillas que se matan!
iMálaga de mi sangre diminuta
y mi coloración a gran distancia,
la vida sigue con tambor a tus honores alazanes,
con cohetes, a tus niños eternos
y con silencio a tu último tambor,
con nada, a tu alma,
y con más nada, a tu esternón genial!
iMálaga, no te vayas con tu nombre!
iQue si te vas,
te vas
toda, hacia ti, infinitamente en son total
, concorde con tu tamaño fijo en que me aloco,
con tu suela feraz y su agujero
y tu navaja antigua,atada a tu hoz enferma
y tu madero atado a un martillo!
iMálaga literal y malagüeña,
huyendo a Egipto, puesto que estás clavada,
alargando en sufrimiento idéntico tu danza,
resolviéndose en ti el volumen de la esfera,
perdiendo tu botijo, tus cánticos, huyendo
con tu España exterior y tu orbe innato!
¡Málaga por derecho propio
y en el jardín biológico, más Málaga!
¡Málaga, en virtud
del camino. en atención al lobo que te sigue
y en razón del lobezno que te espera!
¡Málaga. que estoy llorando!
¡Málaga. que lloro y lloro!

III
SOLÍA ESCRIBIR CON SU DEDO GRANDE EN EL AIRE...


SOLÍA ESCRIBIR CON su dedo grande en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas»,
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y más hombre. Pedro y sus dos muertes.

Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!
Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!
¡Abisa a todos compañeros pronto!

Palo en el que han colgado su madero,
lo han matado;
¡lo han matado al pie de su dedo grande!
¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!

¡Viban los compañeros
a la cabecera de su aire escrito!
¡Viban con esta b del buitre en las entrañas
de Pedro
y de Rojas, del héroe y del mártir!
Registrándole, muerto, sorprendiéronle
en su cuerpo un gran cuerpo, para
el alma del mundo,
y en la chaqueta una cuchara muerta.

Pedro también solía comer
entre las criaturas de su carne, asear, pintar
la mesa y vivir dulcemente
en representación de todo el mundo.
Y esta cuchara anduvo en su chaqueta,
despierto o bien cuando dormía, siempre,
cuchara muerta viva, ella y sus símbolos.
¡Abisa a todos compañeros pronto!
¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre!

Lo han matado, obligándole a morir
a Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquel
que nació muy niñín, mirando al cielo,
y que luego creció, se puso rojo
y luchó con sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus pedazos.

Lo han matado suavemente
entre el cabello de su mujer, la Juana Vázquez,
a la hora del fuego, al año del balazo
y cuando andaba cerca ya de todo.

Pedro Rojas, así, después de muerto
se levantó, besó su catafalco ensangrentado,
lloró por España
y volvió a escribir con el dedo en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas».

Su cadáver estaba lleno de mundo.

IV
LOS MENDIGOS PELEAN POR ESPAÑA...


LOS MENDIGOS PELEAN POR España,
mendigando en París, en Roma, en Praga
y refrendando así, con mano gótica, rogante,
los pies de los Apóstoles, en Londres, en New York, en Méjico.
Los pordioseros luchan suplicando infernalmente
a Dios Por Santander,
la lid en que ya nadie es derrotado.
Al sufrimiento antiguo
danse, encarnízanse en llorar plomo social
al pie del individuo,
y atacan a gemidos, los mendigos,
matando con tan solo ser mendigos.

Ruegos de infantería,
en que el arma ruega del metal para arriba,
y ruega la ira, más acá de la pólvora iracunda.
Tácitos escuadrones que disparan,
con cadencia mortal, su mansedumbre,
desde un umbral, desde sí mismos, ¡ay! desde sí mismos.
Potenciales guerreros
sin calcetines al calzar el trueno,
satánicos, numéricos,
arrastrando sus títulos de fuerza,
migaja al cinto,
fusil doble calibre: sangre y sangre.
¡E1 poeta saluda al sufrimiento armado!
V
IMAGEN ESPAÑOLA DE LA MUERTE
¡AHÍ PASA! ¡LLAMADLA! ¡Es su costado!
¡Ahí pasa la muerte por Irún:
sus pasos de acordeón, su palabrota,
su metro del tejido que te dije,
su gramo de aquel peso que he callado ¡si son ellos!

¡Llamadla! Daos prisa! Va buscándome en los rifles,
como que sabe bien dónde la venzo,
cuál es mi maña grande, mis leyes especiosas, mis códigos terribles.
¡Llamadla! Ella camina exactamente como un hombre, entre las fieras,
se apoya de aquel brazo que se enlaza a nuestros pies
cuando dormimos en los parapetos
y se para a las puertas elásticas del sueño.

¡Gritó! ¡Gritó! ¡Gritó su grito nato, sensorial!
Gritara de vergüenza, de ver cómo ha caído entre las plantas,
de ver cómo se aleja de las bestias,
de oír cómo decimos: ¡Es la muerte!
¡De herir nuestros más grandes intereses!

(Porque elabora su hígado la gota que te dije, camarada;
porque se come el alma del vecino)

¡Llamadla! Hay que seguirla
hasta el pie de los tanques enemigos,
que la muerte es un ser sido a la fuerza,
cuyo principio y fin llevo grabados
a la cabeza de mis ilusiones,
por mucho que ella corra el peligro corriente
que tú sabes y que haga como que hace que me ignora.

¡Llamadla! No es un ser, muerte violenta,
sino, apenas, lacónico suceso;
más bien su modo tira, cuando ataca,
tira a tumulto simple, sin órbitas ni cánticos de dicha;
más bien tira su tiempo audaz, a céntimo impreciso
y sus sordos quilates, a déspotas aplausos.
Llamadla, que en llamándola con saña, con figuras,
se la ayuda a arrastrar sus tres rodillas,
como, a veces,
a veces duelen, punzan fracciones enigmáticas, globales,
como, a veces, me palpo y no me siento.

¡Llamadla! ¡Daos prisa! Va buscándome,
con su cognac, su pómulo moral,
sus pasos de acordeón, su palabrota.
¡Llamadla! No hay que perderle el hilo en que la lloro.
De su olor para arriba, ¡ay de mi polvo, camarada!
De su pus para arriba, ¡ay de mi férula, teniente!
De su imán para abajo, ¡ay de mi tumba!

VI
CORTEJO TRAS LA TOMA DE BILBAO


HERIDO Y MUERTO, hermano,
criatura veraz, republicana, están andando en su trono,
desde que tu espinazo cayó famosamente;
están andando, pálido, en tu edad flaca y anual,
laboriosamente absorta ante los vientos.

Guerrero en ambos dolores,
siéntate a oír, acuéstate al pie del palo súbito,
inmediato de tu trono;
voltea;
están las nuevas sábanas, extrañas;
están andando, hermano, están andando.

Han dicho “¡Como! ¡Dónde!…”, expresándose
en trozos de paloma,
y en los niños suben sin llorar a tu polvo.
Ernesto Zúñiga, duerme con la mano puesta,
con el concepto puesto,
en descanso tu paz, en paz tu guerra.

Herido mortalmente de vida, camarada,
camarada jinete,
camarada caballo entre hombre y tierra,
tus huesecillos de alto y melancólico dibujo
forman pompa española,
laureada de finísimos andrajos.

Siéntate, pues, Ernesto,
oye que están andando, aquí, en tu trono,
desde que tu tobillo tiene canas.
¿Qué trono?
¡Tu zapato derecho! ¡Tu zapato!

(13 septiembre 1937).

VII
VARIOS DÍAS EL AIRE, COMPAÑEROS...


VARIOS DÍAS EL aire, compañeros,
muchos días el viento cambia de aire,
el terreno, de filo,
de nivel el fusil republicano.
Varios días España está española.

Varios días el mal
moviliza sus órbitas, se abstiene,
paraliza sus ojos escuchándolos.
Varios días orando con sudor desnudo,
los milícianos cuélganse del hombre.
Varios días, el mundo, camarada,
el mundo está español hasta la muerte.

Varios días ha muerto aquí el disparo
y ha muerto el cuerpo en su papel de espíritu
y el alma es ya nuestra alma, compañeros.
Varios días el cielo,
éste, el del día, el de la pata enorme.

Varios días, Gijón;
muchos días, Gijón;
mucho tiempo, Gijón;
mucha tierra, Gijón;
mucho hombre, Gijón;
y mucho dios, Gijón,
muchísimas Españas ¡ay! Gijón.

Camaradas,
varios días el viento cambia de aire.
VIII
AQUÍ, RAMÓN COLLAR...
AQUÍ,
Ramón Collar,
prosigue tu familia soga a soga,
se sucede,
en tanto que visitas, tú, allá, a las siete espadas, en Madrid,
en el frente de Madrid.

¡Ramón Collar, yuntero
y soldado hasta yerno de tu suegro,
marido, hijo limítrofe del viejo Hijo del Hombre!
Ramón de pena, tú, Collar valiente,
paladín de Madrid y por cojones; Ramonete,
aquí,
los tuyos piensan mucho en tu peinado!

¡Ansiosos, ágiles de llorar, cuando la lágrima!
¡Y cuando los tambores, andan; hablan
delante de tu buey, cuando la tierra!

¡Ramón! ¡Collar! ¡A ti! ¡Si eres herido,
no seas malo en sucumbir: ¡refrénate!
Aquí,
tu cruel capacidad está en cajitas;
aquí,
tu pantalón oscuro, andando el tiempo,
sabe ya andar solísimo, acabarse;
aquí,
Ramón, tu suegro, el viejo,
te pierde a cada encuentro con su hija!

¡Te diré que han comido aquí tu carne,
sin saberlo,
tu pecho, sin saberlo,
tu pie;
pero cavilan todos en tus pasos coronados de polvo!

¡Han rezado a Dios,
aquí;
se han sentado en tu cama, hablando a voces
entre tu soledad y tus cositas;
no sé quién ha tomado tu arado, no sé quién
fue a ti, ni quién volvió de tu caballo!

¡Aquí, Ramón Collar, en fin, tu amigo!
¡Salud!, hombre de Dios, mata y escribe.

(10 septiembre 1937)

IX
PEQUEÑO RESPONSO A UN HÉROE DE LA REPÚBLICA


UN LIBRO QUEDÓ al borde de su cintura muerta,
un libro retoñaba de su cadáver muerto.
Se llevaron al héroe,
y corpórea y aciaga entró su boca en nuestro aliento;
sudamos todos, el hombligo a cuestas;
caminantes las lunas nos seguían;
también sudaba de tristeza el muerto.

Y un libro, en la batalla de Toledo,
un libro, atrás un libro, arriba un libro, retoñaba del cadáver.

Poesía del pómulo morado, entre el decirlo
y el callarlo,
poesía en la carta moral que acompañara
a su corazón.
Quedóse el libro y nada más, que no hay
insectos en la tumba,
y quedó al borde (le su manga, el aire remojándose
y haciéndose gaseoso, infinito.

Todos sudamos, el ombligo a cuestas,
también sudaba de tristeza el muerto
y un libro, yo lo vi sentidamente,
un libro, atrás un libro, arriba un libro
retoño del cadáver ex abrupto.

X
INVIERNO EN LA BATALLA DE TERUEL


¡CAE AGUA DE revólveres lavados!
Precisamente,
es la gracia metálica del agua,
en la tarde nocturna en Aragón,
no obstante las construídas yerbas,
las legumbres ardientes, las plantas industriales.

Precisamente,
es la rama serena de la química,
la rama de explosivos en un pelo,
la rama de automóviles en frecuencia y adioses.

Así responde el hombre, así, a la muerte,
así mira de frente y escucha de costado,
así el agua, al contrario de la sangre, es de agua,
así el fuego, al revés de la ceniza, alisa sus rumiantes ateridos.

¿Quién va, bajo la nieve? ¿Están matando? No.
Precisamente,
va la vida coleando, con su segunda soga.

¡Y horrísima es la guerra, solivianta,
lo pone a uno largo, ojoso;
da tumba la guerra, da caer,
da dar un salto extraño de antropoide!
Tú lo hueles, compañero, perfectamente,
al pisar,
por distracción tu brazo entre cadáveres;
tú lo ves, pues tocaste tus testículos poniéndote rojísimo;
tú lo oyes en tu boca de soldado natural.

Vamos, pues, compañero;
nos espera tu sombra apercibida,
nos espera tu sombra acuartelada,
mediodía capitán, noche soldado raso...
Por eso, al referirme a esta agonía,
aléjome de mí gritando fuerte:
¡Abajo mi cadáver!... Y sollozo.

XI
MIRÉ EL CADÁVER...


MIRÉ EL CADÁVER, su raudo orden visible
y el desorden lentísimo de su alma;
le vi sobrevivir; hubo en su boca
la edad entrecortada de dos bocas.
Le gritaron su número: pedazos.
Le gritaron su amor: ¡más le valiera!
Le gritaron su bala: ¡también muerta!"

Y su orden digestivo sosteníase
y el desorden de su alma, atrás, en balde.
Le dejaron y oyeron, y es entonces
que el cadáver
casi vivió en secreto, en un instante;
mas le auscultaron mentalmente, ¡y fechas!
lloránrole al oído, ¡y también fechas!

(3 septiembre 1937)

XIII
MASA


AL FIN DE la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar.

(i>(10 noviembre 1937)

XIII
REDOBLE FÚNEBRE A LOS ESCOMBROS DE DURANGO


PADRE POLVO QUE subes de España,
Dios te salve, libere y corone,
padre polvo que asciendes del alma.

Padre polvo que subes del fuego,
Dios te salve, te calce y dé tu trono,
padre polvo que estás en los cielos.

Padre polvo, biznieto del humo,
Dios te salve y ascienda a infinito,
padre polvo, biznieto del humo.

Padre polvo en que acaban los justos,
Dios te salve y devuelva a la tierra,
padre polvo en que acaban los justos.

Padre polvo que creces en palmas,
Dios te salve y revista de pecho,
padre polvo, terror de la nada.

Padre polvo, compuesto de hierro,
Dios te salve y te de forma de hombre,
padre polvo que marchas ardiendo.

Padre polvo, sandalia de paria,
Dios te salve y jamás te desate.

Padre polvo que avientan los bárbaros,

Dios te salve y te ciña de dioses,
padre polvo que escoltan los átomos.

Padre polvo, sudario del pueblo,
Dios te salve del mal para siempre,
padre polvo español, padre nuestro.

Padre polvo que vas al futuro,
Dios te salve, te guíe y te dé alas,
padre polvo que vas al futuro.

XIV
¡CUÍDATE, ESPAÑA...!

¡CUÍDATE, ESPAÑA, DE tu propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo,
cuídate del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,
del verdugo a pesar suyo
y del indiferente a pesar suyo!
¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,
negárate tres veces,
y del que te negó, después, tres veces!
¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,
y de las tibias sin las calaveras!
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
del que devora muertos a tus vivos!
¡Cuídate del leal ciento por ciento!
¡Cuídate del cielo más acá del aire
y cuídate del aire más allá del cielo!
¡Cuídate de los que te aman!
¡Cuídate de tus héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la República!
¡Cuídate del futuro!…


XV
ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ


NIÑOS DEL MUNDO,
si cae España —digo, es un decir—
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra madre con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!

Si cae —digo, es un decir— si cae
España, de la tierra para abajo,
niños ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
en su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera, aquella de la trenza;
la calavera, aquella de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menos de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae —digo, es un decir—,
salid, niños, del mundo; id a buscarla!...

CÉSAR vALLEJO

sábado, agosto 01, 2009

POEMARIO DE SUSANA ZAZZETTI




POEMARIO DE SUSANA ZAZZETTI

Susana Zazzetti: Profesora en Lengua y Literatura. Dirigió grupo de Teatro Leído "Candilejas". Coordinó "Antología Plural. 33 Poetas".Vicepresidente de SADE a cargo de la Presidencia años 2000-2002. Conferencista. Intervino en trece antologías poéticas y publicó en diarios locales, nacionales y uruguayos. Coordina su propio Taller Literario. Ha merecido diversos premios y menciones. Publicó: "Un vuelo de gaviota" (2006) Y "Cuando todo el silencio era mío" (2008). Susana Zazzetti fue propuesta para asumir la corresponsalía de Artesanías Literarias, tarea que viene desempeñando con dedicación total. Resaltan sus prefacios, escritos con conocimiento profundo de los autores que presenta, y sus análisis son una muestra de discernimiento y comprensión de la figura humana que está detrás del material poético. Susana es poeta de fibra y sabe juzgar a los poetas que presenta. Hoy presentamos un Poemario compuesto de diez poemas, en el que resalta el talento tan peculiar de la poeta de Villa María, con sus metáforas, magníficas metáforas “... como la madera que abre los ojos / y no reconoce / el ocre de la tarde.” (...) “...un empujón de luz / habita la ventana / donde / mi pensamiento vuela / sin memoria. // afuera, el día es puro espanto.”. Los poemas que presentamos convocan a la emoción, a la lectura dúctil y meditada del Poemario de Susana Zazzetti, difusora de poetas, y poeta ella de gran talento...


POESIAS de SUSANA ZAZZETTI

1

diré:
que a veces
estamos en la tierra
como un poema
leído a contramano,
como la madera que abre los ojos
y no reconoce
el ocre de la tarde.
sentimos el dolor
sobre los huesos de la mañana
y sabemos
que no puede el cisne
con su canto
desmantelar
los guijarros clavados
en el cuerpo.
ilegibles tajos
colgados de una rama seca.

2

y aquí estoy
donde el día
se deshace en sueños.
donde la madrugada
siembra luz en mis mejillas
y la vida que despierta
ahuyenta
a los que lloran.
aquí estoy
y no quiero tener
mi rostro de antes.
quiero dormir
con los puños abiertos
y gritar
en voz muy alta
el nombre no angelado
que lastima.
recién entonces
todas las cicatrices
se volverán
pisadas que desaparecen
en la noche.

3

y éramos
a contraviento
una comarca
de máscaras impuras,
estrujado silencio,
arista,
laberinto
donde escribía la lluvia
lo que el humo borraba.
labrábamos
batallas contra todos
y nadie
despejaba
las escamas combadas
del dolor.
fuimos
indócil pedestal
que se derrumba.

4

¿qué haremos
por la mañana
cuando aúlle el lobo
frente al hombre
que se va a morir?

5

abierta
como un lago.
feroz
como el relincho
de un caballo desbocado
esta herida,
este tajo profundo
que te nombra.
este amor.

6

yo fui
la que mandó aquel relámpago,
fui el dios, el mensajero,
la que rompió
el óxido
de todas las lágrimas
y perdonó pecados
para salvar
su sangre
del infierno.

7

no me importa
el sabor de los duraznos
en invierno.
ni si el cauce del río
ya no es cauce.
si se ocultó el sol por el oeste,
si es amarilla la trizteza
a mis espaldas..
o si el fuego convulsiona
la memoria.
sólo quiero saber
-dentro de un rato-
dónde colgar
las migas de mi cruz.

8

me reclina
esta tarde sin sollozos.
un empujón de luz
habita la ventana
donde
mi pensamiento vuela
sin memoria.

afuera, el día es puro espanto.

9

necesito
trepar
por las murallas del silencio.
no hiedra.
no musgo.
no enredadera.
nada más que vertiente
y bajarme
cantando
desenterrar mi muerte
y regalarte
el porqué de mi vida
y de mi tiempo.

10

finalmente
esta hora
abierta a la inocencia
atropella
el caballo ciego
que vivía
pegado a mis ojeras.