POESÍAS de HÉCTOR VIEL TÉMPERLEY
Héctor Viel Témperley. Buenos Aires. (1933 - 1987) .Tengo el tomo - conseguido en Buenos Aires luego de mucho peregrinar - que reúne las poesías de Héctor Viel Temperley , entre mis manos. Leo. Lo abandono un instante. Lo vuelvo a tomar y leo. Leo lo nuevo para mí, leo lo ya leído, lo conocido. Siento que es más que un conjunto de estrofas o una serie organizada de versos. Siento un hombre. Una vida anidada en las páginas. Poesía pura. y me digo que la literatura es - a veces ésto es lo que pienso - más que transmitir sentimientos y emociones o que evasión de la realidad o un juego apasionado de palabras. Creo que esencialmente es una posición que se asume frente a la vida, con su cal y su arena, con este azar que en un minuto cualquiera da vuelta una historia personal y sorprende y enseña y obliga. Tal vez,´algo parecido a ésto pudo haber pensado este poeta cuando en la efervescencia de sus jóvenes años la enfermedad golpeó en sus horas. Este poeta, ángel con botas " mi cuerpo en los estribos, casi alado" que escribió poesías desde sus dieciocho años, humaniza desde entonces las palabras, " las desenvaino de mi cuerpo" y siente, al escribir, como si ascendiera al cielo en un estallido puramente doloroso y creador. Y es en ese estallido, donde él mismo , el nadador, cava en su interior, conociéndose, como el mar que tanto amaba, cava la orilla; se confiesa, se descubre, recuerda hechos del pasado y como una premonición se adelanta a situaciones futuras. La poesía de Viel Temperley, donde él mismo es el yo poético, es una especie de alas arrancadas del azul, de los caballos, del hospital. Escritos con partículas de su propio cuerpo, sin estructura clásica, los versos lo definen confrontando la vida con la muerte. Obras: "Poemas con caballos" "El nadador" Legión extranjera" "Hospital Británico" y otras. Susana Zazzetti.
6
Desde mis pies, mis dedos, abro un río
que va de las rodillas hasta el pecho,
me desato los músculos, me parto
y por mis hombros salto, corro y muerdo.
Tiro mi cuerpo al suelo y yo me tiro
sobre mi propio cuerpo con mi cuerpo,
y, adentro mío, en un instante empuño
el arma que eres tú, el amante acero
que, ya rota su vaina, a mí me envaine
cuando muerto de amor lo lance al cielo.
de "El arma"
Enfermedad
De espaldas, solo, quieto,
no escucho más que el viento
y a su arena cegante.
Abiertas las costillas
dejo que el sol voltee
su caballo en mi sangre.
Dejo que sobre el hueso
de la frente me marque
su herradura, incendiándome.
Dejo también que el mar
desde corrales
de espuma se abalance.
Que en sus ancas profundas
y frías
bajo mi pecho,
una mano tras la otra
se me espanten.
Y que una y otra vez
su silencio me envaine.
Bajo la hirviente carga
yo, solitario sable.
Cuerpo en la costa, herrumbre
cada vez más tirante.
Yo desnudo en el viento,
yo, sin moverme, dejo
que cave en mis entrañas
una pala radiante.
Que el arenal acose
mis ojos y su enjambre
se irrite por mis párpados
sin poder despertarme.
Que el mar, oh el mar
después,
como a espada me lave
en ese instante estrecho
que desenvaina en aire.
Mas ya, como en un sueño,
hasta en el mar ya es tarde.
Yo, sometido a libertad, sujeta
a toda luz mi carne,
yo, impenetrable pese a todo, rígida
como columna de agua amarga el alma,
no sé más que cerrarme.
En mi garganta,
el llanto atravesado como llave.
Frente a la carga inmensa, inmerecida,
yo, sable enfermo, solitario sable.
de "El nadador"
Deja de llover sobre mi cabeza
Deja de llover sobre mi cabeza
y el aire tiene un olor a tibio
que conozco.
Olor a luz, a madera a incienso.
Olor a madrugada
en un monasterio.
Tirado y con los codos en la arena
escucho todas las primeras misas
del mundo
que se rezan por mi alma.
de "Mare nostrum gris"
Una muchacha
Una muchacha
que tiene olor a sexo
y a lápiz.
Una línea.
Una muchacha
nada rubia. Dios:
te lo aseguro
me pidió que partiera
su blanco lavatorio
y me dejó entre estrellas
de ceniza mojada.
Olor a sexo,
pelo oscuro, lápiz.
Un tajo muy finito.
Una muchacha.
de "Tres poemas muy caídos o muy altos"
S/T
Vengo de comulgar y estoy en éxtasis
contemplando unas sábanas
que sólo de mí penden
sin querer olvidar que en esta balsa,
de tiempo que detengo y de escafandra
con pasos de mujer,
nunca fui absuelto
en el adolescente y en el viento
ni en la cuerda del crawl, que de los hierros
cavernosos comienza
a separarse
ni siquiera en las manos deslizándose
ni en el agua - que corre entre los dedos -
ni en los dedos, ligándose despacio
para remar con aprensión
de nuevo
allí donde no hay mesa para apoyar los brazos
y esperar que alguien venga
desde su pueblo a visitarnos,
nadie fuma ni duerme, y - en días de gran calma-
sobre el plato de un hombro
puede viajar un vaso.
de "El espigón más largo, el aviso y el crawl"
Yace muriéndose
Toda la transpiración de mi cuerpo regresará a mis ojos cuando
muera el tambor en donde fui formado y hable con Él - como
un niño borracho - entre sillas caídas, río crecido y juntos.
Todas las lágrimas de mi vida volverán a mis ojos, y por las
hondas sedas de un pecho de caballo querré internarme,
huir, refugiarme en mi casa de trozos esparcidos de ballena: mi casa
como cuerpo de varón recién nacido en el tórrido vientre del silencio.
Tengo La Cabeza Vendada
Allá atrás, en mi nuca, vi al blanquísimo desierto de esta vida, de mi vida, vi a mi eternidad, que debo atravesar desde los ojos del Señor hasta los ojos del Señor.
.............
de "Héctor Viel Temperley. Obras completas. Edit. Pez Náufrago
Héctor Viel Témperley. Buenos Aires. (1933 - 1987) .Tengo el tomo - conseguido en Buenos Aires luego de mucho peregrinar - que reúne las poesías de Héctor Viel Temperley , entre mis manos. Leo. Lo abandono un instante. Lo vuelvo a tomar y leo. Leo lo nuevo para mí, leo lo ya leído, lo conocido. Siento que es más que un conjunto de estrofas o una serie organizada de versos. Siento un hombre. Una vida anidada en las páginas. Poesía pura. y me digo que la literatura es - a veces ésto es lo que pienso - más que transmitir sentimientos y emociones o que evasión de la realidad o un juego apasionado de palabras. Creo que esencialmente es una posición que se asume frente a la vida, con su cal y su arena, con este azar que en un minuto cualquiera da vuelta una historia personal y sorprende y enseña y obliga. Tal vez,´algo parecido a ésto pudo haber pensado este poeta cuando en la efervescencia de sus jóvenes años la enfermedad golpeó en sus horas. Este poeta, ángel con botas " mi cuerpo en los estribos, casi alado" que escribió poesías desde sus dieciocho años, humaniza desde entonces las palabras, " las desenvaino de mi cuerpo" y siente, al escribir, como si ascendiera al cielo en un estallido puramente doloroso y creador. Y es en ese estallido, donde él mismo , el nadador, cava en su interior, conociéndose, como el mar que tanto amaba, cava la orilla; se confiesa, se descubre, recuerda hechos del pasado y como una premonición se adelanta a situaciones futuras. La poesía de Viel Temperley, donde él mismo es el yo poético, es una especie de alas arrancadas del azul, de los caballos, del hospital. Escritos con partículas de su propio cuerpo, sin estructura clásica, los versos lo definen confrontando la vida con la muerte. Obras: "Poemas con caballos" "El nadador" Legión extranjera" "Hospital Británico" y otras. Susana Zazzetti.
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Desde mis pies, mis dedos, abro un río
que va de las rodillas hasta el pecho,
me desato los músculos, me parto
y por mis hombros salto, corro y muerdo.
Tiro mi cuerpo al suelo y yo me tiro
sobre mi propio cuerpo con mi cuerpo,
y, adentro mío, en un instante empuño
el arma que eres tú, el amante acero
que, ya rota su vaina, a mí me envaine
cuando muerto de amor lo lance al cielo.
de "El arma"
Enfermedad
De espaldas, solo, quieto,
no escucho más que el viento
y a su arena cegante.
Abiertas las costillas
dejo que el sol voltee
su caballo en mi sangre.
Dejo que sobre el hueso
de la frente me marque
su herradura, incendiándome.
Dejo también que el mar
desde corrales
de espuma se abalance.
Que en sus ancas profundas
y frías
bajo mi pecho,
una mano tras la otra
se me espanten.
Y que una y otra vez
su silencio me envaine.
Bajo la hirviente carga
yo, solitario sable.
Cuerpo en la costa, herrumbre
cada vez más tirante.
Yo desnudo en el viento,
yo, sin moverme, dejo
que cave en mis entrañas
una pala radiante.
Que el arenal acose
mis ojos y su enjambre
se irrite por mis párpados
sin poder despertarme.
Que el mar, oh el mar
después,
como a espada me lave
en ese instante estrecho
que desenvaina en aire.
Mas ya, como en un sueño,
hasta en el mar ya es tarde.
Yo, sometido a libertad, sujeta
a toda luz mi carne,
yo, impenetrable pese a todo, rígida
como columna de agua amarga el alma,
no sé más que cerrarme.
En mi garganta,
el llanto atravesado como llave.
Frente a la carga inmensa, inmerecida,
yo, sable enfermo, solitario sable.
de "El nadador"
Deja de llover sobre mi cabeza
Deja de llover sobre mi cabeza
y el aire tiene un olor a tibio
que conozco.
Olor a luz, a madera a incienso.
Olor a madrugada
en un monasterio.
Tirado y con los codos en la arena
escucho todas las primeras misas
del mundo
que se rezan por mi alma.
de "Mare nostrum gris"
Una muchacha
Una muchacha
que tiene olor a sexo
y a lápiz.
Una línea.
Una muchacha
nada rubia. Dios:
te lo aseguro
me pidió que partiera
su blanco lavatorio
y me dejó entre estrellas
de ceniza mojada.
Olor a sexo,
pelo oscuro, lápiz.
Un tajo muy finito.
Una muchacha.
de "Tres poemas muy caídos o muy altos"
S/T
Vengo de comulgar y estoy en éxtasis
contemplando unas sábanas
que sólo de mí penden
sin querer olvidar que en esta balsa,
de tiempo que detengo y de escafandra
con pasos de mujer,
nunca fui absuelto
en el adolescente y en el viento
ni en la cuerda del crawl, que de los hierros
cavernosos comienza
a separarse
ni siquiera en las manos deslizándose
ni en el agua - que corre entre los dedos -
ni en los dedos, ligándose despacio
para remar con aprensión
de nuevo
allí donde no hay mesa para apoyar los brazos
y esperar que alguien venga
desde su pueblo a visitarnos,
nadie fuma ni duerme, y - en días de gran calma-
sobre el plato de un hombro
puede viajar un vaso.
de "El espigón más largo, el aviso y el crawl"
Yace muriéndose
Toda la transpiración de mi cuerpo regresará a mis ojos cuando
muera el tambor en donde fui formado y hable con Él - como
un niño borracho - entre sillas caídas, río crecido y juntos.
Todas las lágrimas de mi vida volverán a mis ojos, y por las
hondas sedas de un pecho de caballo querré internarme,
huir, refugiarme en mi casa de trozos esparcidos de ballena: mi casa
como cuerpo de varón recién nacido en el tórrido vientre del silencio.
Tengo La Cabeza Vendada
Allá atrás, en mi nuca, vi al blanquísimo desierto de esta vida, de mi vida, vi a mi eternidad, que debo atravesar desde los ojos del Señor hasta los ojos del Señor.
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de "Héctor Viel Temperley. Obras completas. Edit. Pez Náufrago
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7 comentarios:
Excelente y reflexivo texto,
un placer pasar por tu casa,
que tengas una feliz semana
un abrazo.
Ojalá esta publicación ayude a difundir los textos de este poeta, un olvidado. Un grande de la literatura de los 70-80. Fernando de Zárate.
Ojalá esta publicación, con una introducción clara, precisa, sirva para difundir más la literatura de este gran poeta de los 70-80, ahora un olvidado. Fernando de Zárate.
Extraordinaria introducción, insuperable poeta. Aprovecho para felicitar al Sr. Aldao por el alto contenido de sus páginas. Felicitaciones. Rebeca Sbezzi. Córdoba
Muy buena página, conmovedora, Gran poeta, poco se conoce. Felicitaciones a editor y corresponsal. Edit Pellicioni
Muy buena producción Andrés. Gracias por compartirla. Poeta para mucha más memoria. Abrazo. Mercedes Sáenz
No puedo comentar nada con Viel Temperley. Lo leo y me penetra, se adueña de mí y quedo en silencio.
" Tengo la cabeza vendada" se parece a mi porgrama de vida y fe.
Gracias Susana Y Andrés. Tambiénm por facilitarme la Editorial.
MARITA RAGOZZA
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