Foto de Cartier Bresson

Foto de Cartier Bresson

domingo, marzo 11, 2007

Semejante a un cuerpo de hombre...


Sentado ante esa pantalla transcurrían sus noches de vigilia. La mente vacía, los dedos pálidos y tiesos, como sin vida. Le resultaba imposible imaginar nuevas ideas. Y el frío que lo atrapaba era una especie de impreciso visitante de la noche. Bebía entonces los tragos de la madrugada; el ardor ascendía y lo abrasaba como un disparo que diera en el blanco de su garganta. La acidez, después del alcohol. Semejaba un acto destructivo, pero dejaba hacer, carecía de vigor para oponerse.
Vivo el presente con recordatorios que luego olvido, y notas que después no encuentro, masculló cabrero al despertarse esa mañana. Vegetaba inundado por recuerdos indeseables que le iban herrumbrando el alma. Confundía cosas, la memoria lo traicionaba, sus pensamientos eran indefinidos, una borrosa lentitud le impedía tomar decisiones.
Siéntese señor, le dijo ese día en el subte la mocita de ojos oblícuos, ropa modesta y zapatillas decrépitas cuando le ofreció el asiento. Serpenteó entonces entre la cobardía del instante y la convicción de saber traducir el mensaje de la muchacha: ¡Sientese, viejo, y déjese de joder! Claro... es lo que quiso decirme la guachita,,,
La pregunta lo acechaba: ¿voy hacia ella o viene hacia mí? Hizo una mueca, remedando una sonrisa, y la respuesta le pareció un fruto maduro que caía por efecto de la ley de gravedad. Levantó la cabeza. Observó los reflejos de la luna tiznada por negras nubes, esparciéndose sobre las casitas pobres... Sí, son como las que conocí en mi niñez. Se sintió abrumado por presagios y miedos.
Entrecerraba los párpados y cuestionaba sus olvidos. Creyó saber pero temía el desdoro y la vergüenza del error. El ambiente le resultaba insoportable. Desmejoraba. Andá a ver a tu médico, le sugirieron:. No te quejés, viejo, no rompas las pelotas...
Decidió ir ese mismo día... Siéntese señor. Todo en usted funciona de acuerdo a la edad, dijo desde el otro lado del escritorio la voz acuosa de un hombre de guardapolvo blanco, ojos claros y una sonrisa desalmada. Parecía hablarle desde un hoyo profundo. Él contemplaba la camilla del cuarto y creyó vislumbrar un bulto semejante al cuerpo de un hombre viejo y cansado. No, amigo, usted no tiene ninguna enfermedad, le repitió con un guiño indulgente y grosero el hombre de guardapolvo blanco…
Ya no lo escuchaba. El cuerpo del hombre viejo y cansado, echado sobre la camilla, se volvió hacia él clavándole una mirada afligida. Sorprendido, comprobó que ese cuerpo y aquellos ojos eran los suyos ■

Andrés Aldao

1 comentario:

Avesdelcielo dijo...

El tema del Otro, el desdoblamiento viene en literatura desde Rimbaud hasta Borges.
Este relato es genial, la dicotomía flota con total verosimilitud. Felicitaciones, Andrés.
MARITA RAGOZZA