Foto de Cartier Bresson

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martes, junio 05, 2007

El astronauta y yo

Ester Mann


He leído cientos (tal vez miles) de cuentos de ciencia ficción. Siempre me gustó ese género. La creatividad y la fantasía ilimitadas junto con el miedo y el horror a lo desconocido me atraían. En especial recuerdo el relato de un astronauta que vaga solo, en su traje espacial, rodeado por el infinito, y sabe que morirá en unos instantes.
¿Por qué la soledad y la certeza de la muerte me resultaron tan terribles?
¿Acaso la muerte y la soledad no son el destino de todos los hombres?
Hace un tiempo me propuse registrar los cambios que percibo en mí. Sé que dentro de poco tiempo no recordaré cómo era yo antes, cuando la enfermedad aún no se había manifestado. Tal vez tampoco recuerde qué escribí en este simple cuaderno de tapa blanda y doble línea, reminiscencia del primer grado de mi hija menor. Pero, despues de mi muerte o de mi olvido, alguien lo encontrará. Mis hijos o mi marido lo leerán con atención y comprenderán que no he sufrido.
Escribo mis hijos, escribo mi marido pero no siento el apego que aún recuerdo de un año atrás. Son personas que me rodean, me cuidan, me atienden, pero no las quiero. No tengo espacio para ellos...Sólo para mi enfermedad. Yo soy mi enfermedad. Estoy ciega y sorda para todo lo que no se relacione con ella, y no me agitan los sufrimientos o los problemas de la que fue mi familia.
¿Qué diferencia hay entre el astronauta y yo? Ël sabe que morirá y yo tambien lo sé. El, como yo, desea una muerte rápida e indolora. El y yo estamos solos en nuestra muerte. Recordar que fuimos felices, que amamos, que tuvimos deseos y ambiciones no nos ayuda. Y en cierto modo ese recuerdo es difuso, es un conocimiento intelectual y no afectivo.
Aún puedo escribir, andar, nadar...Puedo ver los árboles y sentir la brisa en mi cuerpo. Pero cada día otro pequeño músculo se atasca y se paraliza. Cada día mis piernas están más rígidas y mis dedos niegan cerrarse, mis párpados se mueven solos y mi lengua se traba.
Cada mañana mi mente acepta otra limitación y se niega a pensar en lo que fui.
Estudios, trabajo, dinero....los escucho hablar sobre sus dificultades y es como si viera una vieja película en la televisión: la recuerdo, pero no me afecta.
Solos en el espacio, el astronauta y yo esperamos que se consume nuestro ciego destino.

1 comentario:

Avesdelcielo dijo...

De alguna manera las experiencias del astronauta y del enfermo se asimilan en el vértigo y en la fascinación de enfrentar el destino.
Original estrategia narrativa.
Excelente, Ester.
MARITA RAGOZZA