Foto de Cartier Bresson

Foto de Cartier Bresson

jueves, marzo 11, 2010

LosPoemas de Máximo Simpson,
(para Andrés Aldao y Susana)

POESIA - POETA DE POETAS: MAXIMO SIMPSON

  ¿Qué decir de él, si toda su persona está vestida de profunda poesía y suena, en su silencio, " como un rojo violín desorbitado?  Decir que, al leerlo, siento que su palabra - que ha trascendido  por merecimiento y a través del tiempo la tierra americana - es un abrazo abarcante que provoca en otros y en mí - al leerlo - transformaciones al principio casi místicas, para sentir luego en la piel una sensación extraña, como si unas manos  de fuego dibujaran caligramas en mis propios  dedos, en mi alma.  He leído infinitas veces a Máximo Simpson, siempre vuelvo a él.  Lo conozco personalmente, su mirada, su voz, estuve sentada a su lado ( privilegio no olvidado) y he vivido el casi misterio de su figura y su obra, imposible de conseguir.  Su obra: vivencias de simple e intensa belleza, de estilo delicado, exquisito.  Versos elaborados con soltura expresiva, con dominio de estilo, maestría en el tono, versos por los que transita una vida construída en el dolor, a cal y canto:  "¿ dónde están las pisadas de mis pasos/  dónde están las miradas que dejé por el aire? - dice y yo, en honor a su talento creativo,  a su extraordinaria condición de poeta, quiero contestarle con sus propias`palabras que: "Has roto fronteras/agregaste viento al viento/ atravesaste puertas y ventanas / te subiste al mangrullo de la tarde" y allí estás, allí estarás con tus versos al viento, iluminando la hora de los que sabemos descubrir e intuir tu íntima y verdadera esencia de poeta.  Susana Zazzetti.


DE LA CASA Y OTRAS VISIONES (1995)

Sonata

Toca el violín la casa,
se asoma de sí misma,
se sale de la casa,
y le atraen vacíos hacia arriba y abajo.


Toca el violín la casa,
tiemblan sótanos negros de cólera indecisa,
tiembla toda la casa con su gran cuerda humana
cuando suena el violín violento de la casa.

La casa tiene lámparas votivas,
roperos tristes,
ventanas que miran hacia dentro.


La gotera

La gotera caía
sobre el pan,
sobre el tiempo.

La gotera caía como salmo insensato,
como loco aleluya,
como lento gorjeo,

como un aria indecisa.
Y la gotera hablaba en medio de la noche,
era un ala que rozaba los días.


La gotera caía como terca amenaza,
se metía hacia dentro,
en la médula misma,
en el cogollo herido,
en las uñas dormidas,
en el cuaderno niño entre las letras,
adentro de la pulpa,
adentro de la vida.


La gotera caía
sobre el pan,
sobre el tiempo.


La baldosa

Esa baldosa rota con su pequeño charco
vive en medio del patio
como un falso profeta.

Esa ínfima ruina,

esa grieta del mundo,
ese fracaso de la vida que ya toca sus bordes,
esa breve fisura es un aviso,
una señal dejada como por puro azar.

Esa trivial metamorfosis,
Ese ex abrupto de agua

que como un charco de locura
desafía la calma de las flores,
es nada más que eso: una provocación,
un torvo golpe al aire de la casa.


El comedor

Destemplado,
aterido,

sin cubiertos, sin sillas,
sin ventanas, sin flores, sin paredes,
sin mesa horizontal,

al borde del abismo.

Un aire de nostalgia lo llamaba,
una atmósfera oscura de duelo subrepticio,
un aria como endecha.

El comedor huía hacia el ocaso,
hacia un país soñado,
hacia el día siguiente.

Las sillas

¿En qué lugar,

en qué rincón,
esperaba una silla replegada
bajo viejos papeles,

sepultada
bajo trajes y alambres?
¿Dónde cuatro soportes
para la hora de comer,
de gritar en voz alta?
¿Dónde el sitial,
dónde la comisura,
el fundamento para subir al aire,
para resistir?

Aparejo remoto de la casa,
pilar inaccesible:

de pie toda la vida desde niños,
entre sillas difuntas.


Las visitas

Las visitas llegaban,
pero entonces la casa se escondía,
se ocultaba a los ojos,
a las manos,
se cubría con trapos, con rubores,
con puertas, con ventanas,
con largos ademanes,
y sacaba las sillas a la calle,
los retratos quebrados,
los desvelos.

Comensales a oscuras,
inspectores de muebles recelosos,
turistas extraviados,
las visitas comían a la orilla
de una mesa inasible.


Los adultos

Lentamente ascendían,
y con la mano apenas,
con el pie,

con la voz,
con la dulzura,
defendían la hora diminuta,
el efímero cielo,
el escaso rocío,
el canto ya inaudible de un pájaro extraviado.

Entre gestos confusos se aferraban a uñas,
palabras,
torbellinos,
manoteaban el aire,
discurrían,

y miraban entonces desde lejos,
desde aquella frontera intolerable,
desde viejas orillas del recuerdo.

Asidos a la precaria luz,
lentamente se iban,
y yo soy aquel niño que espera su regreso.

<><><><><><><><><> 

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Leer esta página, por todo, es temblar. Fernando de Zárate.

Anónimo dijo...

Sólo lo he leído en Artesanías: conmueve su forma de decir. Gracias. Edith Pellicioni.

mercedes saenz dijo...

Sólo puedo usar mi menor brevedad Maestro. Poeta de poetas dijo Susana Zazetti y así lo creo. Afectuosamente. Mercedes Sáaenz

Anónimo dijo...

Lo que he leído por medio de esta revista me ha quedado latiendo, imposible de olvidar, hermano.Un saludo. Gastón Peña

amelia arellano dijo...

El poeta le habla a la casa. La casa habla al poeta. ¿Quien es la casa? Si, Susana adhiero a tu magnifíca introducción: poeta de excelencia que nos hace vibrar desde la cotidianidad.
Amelia arellano

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Máximo, un bello y sentido recorrido por los distintos "momentos" de una casa, donde , además, has podido escucharla desde el interior de las paredes y mirarla, a través de las ventanas, en el doble juego de ver "hacia" y "desde". Muy buen conjunto de poemas relacionados en torno a ella. Te abraza respetuosamente,

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Susana: tarde, pero te comento que encontré muy buena la alección que hiciste de Máximo. Gracias Amiga,