Foto de Cartier Bresson

Foto de Cartier Bresson

sábado, diciembre 08, 2007

¡AL FIN PRINCESA!

Se miró en el espejo de la salita: ¡diez puntos!. El pelo, un poco desarreglado, testimoniaba una noche de insomnio, de revolverse en la cama sin poder dormir... Los ojos enrojecidos, el llanto inconsolable, como dirían en la telenovela de la tarde. Vestida de entrecasa, descalza, como lo establecía la norma, se sentó en el colchón y esperó dudando entre leer un libro o meditar.
El departamento estaba ordenado, los víveres que había traido una amiga acomodados sobre el mármol de la cocina, esperaban que llegara la gente, los candelabros con sus blancas velas y las cajitas de fósforos al lado, distribuidos por toda la casa, daban un toque de austeridad y elegancia.
Sobre la mesita del living algunos libros de autoayuda y los álbumes de fotos de su niñez, donde todos pudieran ver al Papá en sus mejores años.

Todas las tardes de sábado, la espera inútil, vestida para salir, con los zapatitos de charol y el moño blanco o rojo, todas las llamadas telefónicas, los reproches de la Mamá, sus llantos y las rabietas de Diego, todo ese desamparo que continuó, a pesar de los años, hoy llegaba a su fin.
Hasta hace poco, cuando aún vivían en la misma ciudad, Ella seguía esperando que la invite, que la llame, que le demuestre que sus protestas de amor no eran falsas. Diego hacía años que no se comunicaba con él, ni esperaba que le dé cabida en la vida con su joven esposa y los hijos pequeños.
Pero Ella se aparecía sin avisar, cargada de regalos para sus hermanitos —medio hermanos, como le recordaba la Mamá −aunque nunca la invitaban a quedarse y muchas veces le decían: ¡Justo estábamos por salir!
Se acabó, papito, ya no estás ni para ellos ni para mí. ¡Ahora somos iguales! Ahora puedo llorarte como si me hubieras querido...Aquí nadie conoce la verdadera historia de tu traición...las pequeñas y mezquinas anécdotas de tu paternidad negada. El día de mi graduación llamaste para decir que había nacido tu segundo hijo. ¿Segundo? Cuarto, te corregí aturdida y no atiné a recordarte la fiesta en la que esta vez tampoco estarías.
-Papá se disculpa- dijo Ella en voz alta para que Diego y la Mamá escuchen. Ninguno de ellos abrió la boca; no contaban con él.
—La señora tuvo un bebé −agregó. La Mamá soltó una carcajada sarcástica, Diego salió de la habitación.

Sí, papito querido, ahora ellos también son huérfanos de padre, como yo lo fui desde los 12 años. Por una justa casualidad, los dos chicos tienen diez y doce años, como Diego y yo cuando te fuiste. Por eso, papá, recién hoy, cuando de verdad estás muerto, yo celebro tu partida con el duelo in absentia.

Muchas personas vendrán a consolarla, a demostrarle cuánto sienten su desdicha. La gente beberá, comerá las tortas y bocaditos que las amigas de Elena han preparado, charlará y sonreirá. Será una verdadera fiesta. Y Ella, sentada sobre ese colchón, será como una sultana que, aunque tarde, recibe los merecidos honores. Hablarán de él, contará las mejores anécdotas, mostrará sus fotos de juventud y brindarán por su alma. ¡Que descanse en paz!

© Ester Mann

1 comentario:

Willie Heine dijo...

Es muy bueno este relato, perfilado en forma concreta y con mucho simbolismo.