Foto de Cartier Bresson

Foto de Cartier Bresson

miércoles, mayo 30, 2007

En Apuros

De la chimenea se fuga un resto humeante de familia que ya no mora en la cabaña. Me deslizo con sigilo, por los troncos que arraigan sus raíces robustas a la tierra, y me acerco. Siento ardor en los ojos cuando se cruzan con el farolito de la entrada. Estoy de regreso. El vecino de la vivienda contigua me da la bienvenida. Hay bruma por doquier. Si hasta puede olerse el peligro, tanto como el amor, cuyo recuerdo crepita quejumbroso, junto a los leños de un hogar sin fuego.
Me atrevo a entrar y, entonces, la sorpresa. Los buhos rompen la quietud nocturnal, pero ahora del otro lado de la puerta que acaba de cerrarse con brusquedad, dejándome del lado de adentro. Reconozco de inmediato ese destino de huida sin escapatorias. Evito resistirme, pero observo la claraboya abierta. No todo está perdido. Oigo a los chicos de los alrededores, en cuyos juegos solía entrometerme a pura carrera cuando pequeño. Esta vez no. Detesto esa mirada indiscreta con la que alertan de mi presencia, para pasar de inmediato a otro tema, como gatos después de haber comido. Pero sus padres están atentos, y puedo oler la intención de los rifles que me apuntan.
Retrocedo con lentitud; paso a paso y miedo a miedo. Un salto, y la claraboya es el escapismo por el que me interno en el bosque, hacia una penumbra que me pierda de vista. Me gana el haz de luz que me sorprende y me deja expuesto. Estoy en la cruz de la mira. Soy ese objetivo, cuyo pánico se estrella contra el fogonazo que, partiendo del extremo del caño largo y delgado, atravieza el aire en línea recta, directo a mí. Lo siento pasar raspándome y caigo.
Otra vez me salvé por puro sino. Si no hubiera entrado a la cabaña, tal vez... Escapo a saltos, con la cabeza gacha y los ojos firmes en el horizonte incierto. Me reúno con los otros zorros. Regreso a la manada con cierta insatisfacción. No puedo evitarlo y miro hacia atrás. Por encima de las frondas, veo el humo de la morada que reconozco como propia. Los ojos vuelven a torturarme picantes. Y, enseguida, me desborda un llanto humano que nunca me pertenecerá por completo.

Elsa Janá

1 comentario:

Avesdelcielo dijo...

Extraordinario cuento fantástico, con gran fuerza , y tras su celaje de fábula,el hondo sentido existencial
Me gustó volver a leerlo.
MARITA RAGOZZA